Ocotlán, Jalisco
Uno de los denominadores comunes en los recientes informes de los rectores de la Universidad de Guadalajara fue la transformación de la educación desde lo presencial a lo virtual con miras a no dejar desatendida la educación pese a la pandemia. Se trata de un reto abrupto, urgente y necesario: en tiempos de crisis, la educación no debe frenarse sino que al contrario, debe invertirse más en ella y dedicarle más atención a sabiendas de su papel estratégico en el funcionamiento de la sociedad.
La pandemia no solo nos mostró la urgencia de tener más investigación científica, más especialistas y más profesionales para enfrentar la contingencia de salud, la crisis emocional y la contracción de la economía, sino que nos plantea el reto enorme de convertir a la educación en la principal herramienta del combate frente a los males que nos golpean y que causan estragos en poblaciones empobrecidas y precarizadas.
Como nunca antes, para recuperarnos de la crisis necesitamos de conocimiento, ideas y una guía clara hacia dónde ir. Y en este contexto, la universidad cumple un papel fundamental no solo por la investigación sino por la capacidad de educar a las generaciones que nos llevarán a construir escenarios diferentes, a una reconstrucción que implique minimizar desigualdades, revertir rezagos y atender muchas carencias sociales que históricamente fueron desatendidas.
Y uno de los grandes retos universitarios será el retorno a clases pero no solo por los que regresarán en forma presencial sino fundamentalmente por aquellos que abandonaron las clases y probablemente no tengan condiciones de retorno. Solo en 2020, 1.4 millones de estudiantes mexicanos quedaron fuera del sistema educativo, de acuerdo a los datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La deserción seguramente es mucho mayor y se pondrá en evidencia a medida que se vayan retomando las actividades una vez que se tenga estabilidad luego de la crisis.
Todavía estamos en pandemia, todavía estamos en esa carrera entre la vacunación y la amenaza de la tercera ola de contagios de Covid-19, por lo que tanto la reactivación de la economía, la vuelta a las actividades cotidianas y el retorno a clases presenciales siguen en entredicho. Y más por el incremento de los casos de Covid-19 debido a la variable Delta que causa estragos en Europa.
El curso de los siguientes años dependerá del éxito que se tenga en el control de la pandemia y tanto para eso como para recuperar todo lo perdido, la educación de la gente es fundamental. La salud, la reactivación de la economía, la atención a los afectados por la pérdida de empleos, por la precarización de las condiciones de vida, la capacidad de gestión de la crisis y de visión a mediano y largo plazo; las ideas y el conocimiento para emerger: para todo esto necesitamos más que nunca de universidades activas y conscientes de que su impulso es vital.
Cuando Finlandia se hundió en 1993, duplicó su inversión en ciencia y tecnología, y en menos de 15 años logró una recuperación sin precedentes. Y mucho del éxito se lo debió a sus universidades. En tiempos de crisis, la educación es más urgente.
Por Héctor Farina